Cada lágrima era un nombre, o una palabra o un momento. El tiempo la malgastaba a ella y ella intentaba no malgastarlo a él. ¿Para qué hacerlo si él lo haría igualmente? Su ánima se iba erosionando hasta quedar plana y lisa como la hoja que usaba para descargar su rabia. El invierno había llegado; antes de tiempo en su interior y tarde en su exterior. Y seguía allí.
Su interior era del color más oscuro, y sus ojos del color más cálido; paradoja que su mirada fuera la más fría. Era cómo un diamante rallado por un cristal. Tenía una sonrisa que parecía luz cuando dentro suyo solo había negrura. Era una persona triste que estaba contenta a momentos. Giraba, giraba, como si el viento la llevara. Ella sólo quería ser o aparentar ser feliz. Pero ella seguía allí.
Esperando a que viniera esa mano que prometió tiempo atrás sujetarla cuando fuera a caer. Esperaba en vano, y ella lo sabía. Pero él le dijo que tuviera esperanzas, que las pusiera todas en él. Que a diferencia de otros no se iría, que él permanecería junto a sus sonrisas o lágrimas, que le daba igual si era una persona triste, o si estaba a veces contenta, que el la quería siendo como era. Y sí, ella esperaba en vano. Y sí, ella lo sabía. Pero aún así, seguía allí.
No volvería y lo tenía presente. Pero aún recordaba el baile, las pisadas, las risas y su sonido. Los suspiros llenos de rosa, sus flores, sus abrazos y sus ayudas. Sus consejos que aún se repetía cuando se sentía sola, sus 'te quiero' que recordaba cuando no tenía a nadie.
Poco a poco se iba pudriendo, por dentro.
Nada florido, todo marchito.
Nada de rosas, todo ramas secas.
Nada de lluvia, todo seco.
Nada de luz, todo oscuro.
Nada de vivo, todo de muerto.
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