dimecres, 26 de març del 2014

Noche y ella.

                

Y andaba por la calle, inspirando aire que otros espiraban. Con la mirada perdida y la mente en otra parte. Se apreciaba el aire chocando con sus mechones. La piel blanca que vestía contrastaba con la noche iluminada solamente por el punto rojo de su cigarro en cada calada.
No más, ella y la noche. Quizás algún gato invisible, quizás algún pájaro perdido.
Un gran hueco deshabitado vivía en su pecho izquierdo, invadiendo su persona de frío y hielo rojo que corría por sus venas como tus dedos corrieron por sus caderas aquél día.
Y allí sentada, como una estatua, contemplaba la noche como si realmente pudiera verla. Como si se tratara de alguien a quien pudiera abrazar. Quería dormir en ella, (que no con ella) y hacerla suya. Vivir en ella, bailarla, escucharla, saborearla. La noche.
Segundo cigarrillo y otra de recuerdos para la señorita. Que no, que le era imposible no recordar tu sonrisa matutina y tus suspiros veraniegos. Que no tenía corazón pero sí tenía mente, y por desgracia, que no suerte, los detalles eran lo suyo. Que con la noche junto a ella, recordó tu brazo con escalofríos, recordó con ternura tus dedos por su cuello. Y una hilera de lágrimas cayó como si ella fuera cascada.
Y el segundo se consumía, enpequeñecía por segundos al mismo compás que su ego. Ego que se comió todos los te quiero, no te vayas que aguantaba al contemplar tu espalda en aquella húmeda estación.
Y benditas o malditas noches de verano las que os echabais los dos. Con más alcohol que sangre y hielo en las venas, los dos os convertíais en sustancias solubles; básicamente la mezcla perfecta.
Y ahora está allí intentando, que no logrando, lo mismo con la noche.
Quiere que te quede claro que tu iluminabas su oscuridad, que contigo salía lo mejor de ella, y cuando te fuiste lo parte mala reprimida se revolucionó. Revoluciones interiores. Eso era ella. Monólogos nocturnos. Lágrimas tercas. Y manos temblando.
Era frío. Puro frío.

Y ahora, que no es nada. Que sigue igual y todo le es indiferente, espera a ese alguien (que obviamente no eres tu), espera ser salvada, volver a su día y noche, no estancarse solamente en una de las dos mitades que la completan y la hacen más persona.

2 comentaris:

  1. Las cosas sobre la mesa: es brillante. Maravillosamente poético pese a ser prosa. Pero, si me permites plantear un punto, el hecho de que concibas a una persona como a un ser incompleto, alguien que necesita de otro ente para existir, alguien que carece de la capacidad de vivir de manera independiente, no acaba de convencerme. Qué opinas, tienes razones para ello o es puro romanticismo?
    Con cierta curiosidad:

    A

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    Respostes
    1. La verdad es que no tengo ni idea. No recuerdo el por qué ella depende de alguien. Supongo que en aquél momento yo me sentía así, y lo odiaba eternamente y por eso lo escribí.

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